Los juguetes de hoy: ¿jugamos con ellos o juegan con nosotros?

Así como cualquier otro producto
desarrollado con algún método de diseño, los juguetes representan un
interesante reto a la creatividad de aquel que se interese por este tipo de
diseño. Entre los diversos elementos del diseño podemos considerar 2 muy importantes,
el usuario y el objetivo didáctico; y es que es de suma importancia partir de la
idea de que un juguete es un recurso útil para la formación de una persona,
manipulable y de reto.
Actualmente, las grandes empresas
fabricantes de juguetes responden más a intereses comerciales que a intereses
de funcionalidad; en parte es comprensible por los gastos de inversión y por la
competitividad que deben mostrar ante otros fabricantes, pero a estas alturas
del siglo XXI se notan enormes huecos didácticos que deberían cubrir los
juguetes como materiales complementarios a la educación.
Analicemos algunos ejemplos, primero, un
automóvil a escala perfectamente detallado, igual al original y cuyo fin es que
el usuario lo coloque sobre el piso, lo friccione un poco hacia atrás y vea
como realiza un rápido recorrido hacia el frente, eso es todo; ni siquiera lo
puedo utilizar como cualquier otros auto sin mecanismo porque su sistema de
fricción me lo impide; así, o nos entretenemos haciendo un sinfín de fricciones
o lo colocamos en una bonita vitrina porque el modelo es realmente bonito. Mi
pregunta es, ¿cuánto me dura la diversión?, ¿cuánta imaginación puedo
desarrollar si el mismo auto no me lo permite?, es más, es tan detallado y
similar al original que ni siquiera hago el ejercicio de ver que le falta.
Ahora, es posible que con la infinita imaginación de cada individuo se le pueda
sacar mayor provecho al juguete, que tal si voy viendo que dependiendo de la
fuerza en las fricciones, éste auto correrá más rápido o más lento o incluso
capaz de dar saltos, así vemos entonces que sí se puede obtener un
conocimiento, un aprendizaje, pero como no es la misión del juguete, será poco
entendido o visto de esta manera, el juguete debe motivarlo.
Esto me lleva a reflexionar sobre lo que
decía Munari sobre el lujo y su relación de la representación de la ignorancia;
¿se trata de impresionar al niño (y a sus padres, quienes deciden una compra)
por su apariencia física?, ¿no importa que tan útil o inútil sea el juguete,
con tal de que se venda? Y es que bien lo decía un comercial de televisión: “el
mejor juguete 5000 pesos, que tu hijo juegue con el envase, no tiene precio” y
es verdad. También me pregunto, que divertido debió ser el proceso de diseño
del carrito de fricción; copiar sus detalles, reproducirlos, ver los
materiales, etc., me imagino un proceso de meses, para que el niño termine por
jugarlo solo unos minutos, es decir, la verdadera diversión estuvo en
realizarlo. Así que, ¿no sería mejor si al niño se le proporcionan piezas
separadas para que pueda armar el auto?, ¿no sería mejor si se motivara a que
se arme un mecanismo de fricción para que funcione algún juguete?, todo esto
finalmente serviría para despertar el interés del niño por el juguete, su
funcionamiento, sus componentes, y demás elementos, hasta que incluso pudiera
aplicarle su propio color o forma de estampado; evidentemente el tiempo que
pasaría con el juguete sería mayor y de mucho más provecho.
Y este es tan solo un ejemplo ya que
podríamos hablar de muchos otros casos de juguetes que poco aportan al buen
desarrollo de una persona. Así, ¿qué pueden hacer los diseñadores actuales y
futuros por los juguetes?, ¿habrá por fin una evolución o seguiremos siendo
víctimas de la industria consumista?

Javier Lara.